La Decisión.


Por Miguel Martínez Jiménez.

Los estudiantes, y no nada más los de esta facultad, habríamos de luchar contra esa pasividad que, según señalan muchos, nos caracteriza como nuevas generaciones. Hay una tendencia a no involucrarse, a ignorar lo que sucede, al dejar a otros el derecho a la acción. Existen momentos que nos invitan a romper con ese silencio, a quebrar el cristal de la inmovilidad.

Hace algunas semanas, llegó a los oídos del grupo de generación de alumnos al cual pertenezco, y que se acaba de graduar, el anuncio de que quien fuera nuestra supervisora los últimos dos semestres de nuestra práctica clínica en la USP, la licenciada Patricia Villarreal González, fue invitada a renunciar a su puesto (o se le anunció que ya no sería requerida para el siguiente semestre o el resto de la administración de la coordinación actual), por motivos que daban cuenta de acciones poco éticas de su parte. Las razones que escuchamos de la coordinadora del área, la licenciada Angélica Limón García, fueron con base en testimonios o comentarios de varios alumnos de diversos semestres y egresados, suficientes para validar una decisión que, según se nos informó, ya estaba tomada.

Una decisión, que vale la pena recalcar, no se nos consultó ni se nos hizo saber a nosotros, los alumnos supervisados en tiempo presente. De la licenciada Paty Villarreal, como la conocemos, no recibimos más que una valiosa experiencia de supervisión clínica, donde pudimos pasar por un proceso enriquecedor, digno de una parte tan importante de nuestra formación como psicólogos clínicos, por lo tanto, la decisión, y sobre todo sus motivos, nos parecieron extraños y ajenos a lo que nosotros vivimos.

Por tal razón decidimos redactar una carta donde quedara por escrito que en primer lugar, esos alumnos sin nombre de los que se hacía mención no éramos nosotros, y que con nuestra firma, dábamos la cara para manifestar nuestro punto de vista y nuestra sorpresa, además de ¿por qué no decirlo? para defender a nuestra supervisora.

Ante tal misiva, de la cual una copia fue entregada a la licenciada Limón, se nos convocó a una junta a la que asistieron dos profesores del área y la coordinadora. Quiero ser claro y preciso en el hecho de que fuimos escuchados, y hubo posibilidad de diálogo. Dentro del marco correspondiente a un cordial pero inflexible “la decisión ya fue tomada”, pudimos expresar nuestro punto de vista, hablar de lo no dicho en la carta, escuchar las razones para esa decisión, que implicaba los testimonios de algunos alumnos (nuevamente sin nombres, ni rostros), y conocer hasta cierto punto la postura de la coordinación. En un ambiente amable y respetuoso, dejamos claro el hecho que nosotros no estábamos de acuerdo en la manera que se hicieron las cosas. Sostengo a nombre de mis compañeros presentes en esa junta, que la forma en que se tomó esa decisión nos pareció algo inapropiada, pues sabemos, y confirmamos en esa ocasión, que no se le informó a la maestra Villarreal sobre los comentarios y acciones que se le imputaban, arrebatándole su derecho de réplica antes de decidir si continuaba en funciones o no, además de no habernos preguntado o comentado al respecto a nosotros, generación de alumnos supervisados por ella, quienes por otro lado, somos los que sí podíamos dar cuenta de viva voz sobre su trabajo.

Agradecemos a la coordinadora por habernos escuchado, aunque habríamos agradecido más el que lo hubiese hecho antes de tomar una decisión de ese tipo. Definitivamente nos sentimos escuchados, pero nuestra carta quedó sólo como un documento más entre muchos que se coleccionan en algunos departamentos de nuestra Facultad.

Al tiempo se nos comunicó que a la licenciada Villarreal le fue ofrecido otro puesto administrativo, lo cual nos apena un poco por aquellos que de una u otra manera se perderán de la experiencia de supervisar con ella.

Creo que lo más importante de esto es sentirnos satisfechos como estudiantes, supervisados y egresados, de haber hecho algo ante una situación que definitivamente nos implicaba. La carta archivada da cuenta de un acto ético. Ojalá los alumnos y egresados que emitieron esos comentarios o testimonios sobre la licenciada Villarreal pudieran haber puesto por escrito sus inconformidades, y sus nombres con sus firmas para implicarse con responsabilidad en sus acciones, o por lo menos quieran dar la cara. Si se hiciera caso a los rumores y chismes transferenciales que giran en torno a nuestros profesores, o los sacáramos de contexto, haríamos mucho daño, o a veces mucho bien injustificado ¿o tal vez se generaría uno que otro despido? Implicarse, tomar acción, renunciar a la pasividad y actuar de manera ética ante situaciones que nos tocan el pellejo, puede ser el principio de un compromiso con nuestra formación.

¿Se puede hablar de ética del psicólogo, ignorando la ética en otros aspectos que nos constituyen?